Astrocito…

¿Te suena a insulto? Cuando sepas lo que hace, te sonará a superhéroe

Durante mucho tiempo creímos que las neuronas eran las únicas protagonistas del aprendizaje, la memoria y la construcción de la identidad. Eran, por decirlo así, las estrellas del teatro cerebral. Pero, como suele pasar en muchas historias, los secundarios también tienen algo que decir. Y vaya si lo tienen en este caso.

Los focos se han girado hacia los astrocitos, unas células gliales que, hasta hace poco, eran vistas como asistentes de reparto: soporte técnico, logística, limpieza del escenario. Sin embargo, investigaciones recientes como la del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC),  nos están mostrando que en realidad, los astrocitos participan activamente en la forma en que el cerebro organiza, limpia y reescribe sus recuerdos. Sí, como si editaran el guion mientras la obra ya está en marcha.

Lo que os decíamos, superhéroes.

El arte de olvidar en el apredizaje

Y es que no todo lo que vivimos merece ser recordado. Suena duro, pero es así.
Nuestros cerebros necesitan espacio. Por eso, una de las funciones clave de estos astrocitos sería borrar lo irrelevante, lo superfluo, lo que ya no sirve, para dejar sitio a lo nuevo, lo importante, lo que de verdad tiene peso en nuestra historia.

Esto está lejos de ser una simple curiosidad científica, puede transformar nuestra comprensión de cómo aprendemos, cómo olvidamos y, más profundamente aún, cómo soñamos.

Piensa en los sueños. Ese collage de rostros, lugares y sensaciones que parece no tener sentido, pero que a veces nos deja con una sensación de mensaje en forma de ensalada que no acabamos de comprender, como si el subconsciente hubiera reorganizado el archivo.

Desde Orbis Fabbri nos preguntamos: ¿Y si los astrocitos jugaran un papel en ese proceso? ¿Y si fueran los encargados de mover las piezas mientras dormimos?

Llevamos años estudiando para nuestro Proyecto ATLAS369 todo lo que cae en nuestras manos, investigando de forma activa sobre los sueños y todo lo que pueda guardar relación, por eso este estudio nos ha llamado poderosamente la atención.

¿Por qué no recordamos nada de cuando éramos bebés?

Uno de los grandes misterios de la memoria humana es esa especie de “agujero negro” en los primeros años de vida. ¿Por qué no recordamos nuestros primeros pasos, el sonido de nuestra madre cuando nos cantaba para dormir, o la textura de nuestra primera manta?

La explicación tradicional apuntaba a un hipocampo inmaduro. Estudios más recientes, como los de la Universidad de Yale, sugieren algo bastante impactante que cambia bastante todo lo establecido: los bebés sí codifican recuerdos, pero estos se vuelven inaccesibles con el tiempo.

Es como si alguien hubiera cerrado con llave el diario de nuestra infancia… o tal vez lo hubiera reescrito.

Y aquí vuelven los astrocitos. Porque si estas células están involucradas en el proceso de eliminación y sustitución de memorias, podrían estar detrás de ese fenómeno que llamamos amnesia infantil. Tal vez nuestro cerebro, en su afán por adaptarse al mundo, decide dejar atrás lo que fue, para poder construir lo que será.

Memorias emocionales y el subconsciente

Ahora bien, no todo se borra, algunos recuerdos se graban con fuego. Especialmente los emocionales. Y en ese terreno, los astrocitos también tienen algo que decir.

Investigadores del CSIC y otras instituciones han observado que estas células gliales podrían estar implicadas en la consolidación de recuerdos emocionales intensos, como los asociados al miedo. No es casualidad que muchos de nuestros sueños más vívidos y nuestras pesadillas, estén cargados de emociones, imágenes simbólicas y fragmentos que no logramos ubicar.

El subconsciente, al parecer, no olvida. Solo almacena en estanterías que no siempre sabemos abrir.

Quizás, los astrocitos sean los bibliotecarios que deciden qué libro se guarda, cuál se reescribe y cuál se lanza al fuego del olvido.

¿Y si soñar también fuera una forma de aprender?

La verdad es que todavía sabemos muy poco sobre por qué soñamos. Pero cada vez hay más indicios de que los sueños cumplen una función esencial en el procesamiento de recuerdos, emociones y aprendizajes. Y si los astrocitos intervienen activamente en estos procesos, es legítimo preguntarnos: ¿estamos más cerca de comprender el lenguaje del subconsciente?

Quizá soñar sea, en parte, un ejercicio de poda neuronal. Una limpieza nocturna de experiencias mal archivadas. O, en un sentido más poético, una conversación entre nuestras emociones más profundas y los jardineros invisibles del cerebro.

Este cambio de perspectiva más allá de ser biología avanzada, es una oportunidad de entender lo que somos: sistemas vivos que aprenden, olvidan, sueñan y reconstruyen su identidad.

Comprender el papel de los astrocitos es abrir la puerta a una neurociencia más compleja, más humana, más íntima. Una ciencia que avanza en cómo funciona el cerebro y nos ayuda a entender por qué sentimos lo que sentimos, por qué recordamos lo que recordamos, y por qué, a veces, un sueño puede cambiarlo todo.

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